Ensayo histórico sobre la película de Antonio Román “Los últimos de Filipinas” (1945), que pone de manifiesto las angustias e incertidumbres del régimen político español de los años cuarenta.
Antoni Rigol
Jordi Sebastian
España
1983
45 min.
Universitat de Barcelona
Centro de Investigaciones Film Historia
25/05/2006
El 1 de mayo de 1898 en la Bahía de Cavite (Filipinas) la escuadra española mandada por el almirante Patricio Montojo fue destruida por la norteamericana al mando del almirante George Dewey. El 5 de julio a su vez, fueron hundidos todos los buques de la flota en Santiago de Cuba. Aunque La Habana y Manila no habían caído, España se vio forzada a solicitar el armisticio por falta de medios tanto bélicos como financieros para sufragar el conflicto. Se firmó el 12 de agosto, significando la pérdida de Cuba y Puerto Rico.
Las negociaciones de paz entre España y USA (con la exclusión de Cuba) dejaron patente la extrema debilidad de la posición española, ya que ante la exigencia norteamericana tuvo que entregar también las Filipinas. Así, el 10 de diciembre de 1898 se firmaba el Tratado de París por el que se renunciaba a Cuba (que aunque declarada independiente seguía bajo la tutela de los Estados Unidos), Puerto Rico y Filipinas que pasaban a ser colonias estadounidenses. Si a todo ello añadimos que por una operación monetaria España se deshacía de Las Carolinas, Marianas y Palaos, tendremos como resultado la liquidación de los últimos vestigios del antiguo imperio español.
Esta pérdida la interpreta J. M. Jover como resultado de “una política colonial inadecuada que desemboca en unas guerras de emancipación. Y hay unas guerras de emancipación tan desdichadamente situadas en la geografía y en la cronología del imperialismo, que darán lugar a una intervención norteamericana de objetivos no coincidentes con los planteamientos emancipadores” (1).
¿Es Los últimos de Filipinas (1945) sólo un film sobre la pérdida de las colonias? Si nos atenemos a las teorías de Pierre Sorlin(2) y Marc Ferro(3) comprobaremos que la película aprovecha un acontecimiento puntual del conflicto hispano-estadounidense para poner de manifiesto todas las angustias e incertidumbres del régimen político español de los años cuarenta. Subyace en el film toda una serie de valores de la España que había triunfado en la Guerra Civil y que se aprestaba a recibir la reacción de los aliados vencedores de la contienda mundial.
CONTEXTO HISTORICO. ESPAÑA 1945-1950
1. EL AISLAMIENTO
En la Conferencia de Potsdam (17 julio-2 agosto 1945) el Reino Unido, USA y la URSS, llegaron a un acuerdo mediante el cual manifestaban que “los tres gobiernos no favorecerán ninguna tentativa de ingresar -en la ONU- presentada por el Gobierno español, el cual, habiendo sido fundado con el apoyo de las potencias del Eje y en vista de su origen, naturaleza, historial y asociación íntima con los estados agresores no posee las cualidades necesarias para justificar su ingreso”(4)
Las potencias aliadas pasaban de ese modo factura a la estrecha vinculación del Gobierno español desde el final de la Guerra Civil con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, vinculación por otro lado lógica si tenemos en cuenta la ayuda que éstos prestaron a Franco durante dicha contienda y reforzada por la tendencia ascendente del poderío alemán en Europa a partir de 1939. De poco habían servido las distintas “operaciones de cosmética política”(5) (como fueron la apertura de las Cortes, el Fuero de los españoles o la supresión del saludo fascista) que intentaban dar a su régimen una fachada más aceptable al mundo occidental. La condena del Régimen franquista se inició ya en la primera reunión de la ONU celebrada en San Francisco en junio de 1945.
A pesar de la repulsa internacional, Franco no se amilanó en apariencia. Su respuesta “fue la movilización de la opinión del país en apoyo de su figura, apelando a los resortes del patriotismo y del numantinismo nacionales (del que filmes como Los últimos de Filipinas son buena muestra), y presentando como una conjura contra España lo que en realidad era una condena de su régimen”(6).
La táctica le dio buen resultado, y Franco logró reunir el 9 de diciembre de 1946 a más de medio millón de incondicionales en la madrileña Plaza de Oriente donde fue aclamado, sonando con insistencia una proclama desafiante: Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos DOS. Tres días después, la resolución condenatoria de la Asamblea de Naciones Unidas supuso la ruptura de relaciones de la inmensa mayoría de naciones con España, y de hecho el casi total aislamiento internacional, especialmente a nivel diplomático que no económico “puesto que los suministros básicos de petróleo y otros productos nunca llegaron a paralizarse”(7), aunque se vieron reducidos a su mínima expresión.
Dando cumplida cuenta de dicha resolución, los embajadores fueron retirándose de Madrid, excepto el de Portugal, el Nuncio de Su Santidad y los plenipotenciarios de Irlanda y Suiza. Se resquebrajaban de esta forma las esperanzas puestas en “una política de espera”(8), donde la España de Franco intentaba “capear el temporal, replegada sobre sí misma, confiando en que la futura evolución externa revalorizaría su papel económico en la reconstrucción europea(9), en su situación estratégica, su ardiente anticomunismo y su clara militancia católica”(10). Por toda esta serie de circunstancias, la obligada autarquía económica azotaba a la sociedad española con la más virulenta de sus expresiones: el hambre.
Ante tan desolador panorama, sólo un hecho vino a mitigar las penurias del régimen. Desoyendo las resoluciones de la ONU, la Argentina del general Perón se atrevió a designar embajador en España. El protocolo Franco- Perón supuso el envío de importantes contingentes de alimentos que pudieron paliar en cierto modo el desabastecimiento en las grandes ciudades del país durante los años críticos de 1947 a 1949.
2. CAE EL TELÓN DE ACERO EN EUROPA
No obstante, “el nuevo sesgo de la política internacional que separa a los aliados de la víspera en la llamada Guerra Fría, enfrentando por el control de Europa a la Unión Soviética con los Estados Unidos”(11), va a resultar decisivo para el régimen de Franco.
Estas desavenencias entre angloamericanos y rusos se hacen patentes en dos hechos puntuales: por una parte la ayuda Marshall, que provocó la definitiva escisión de países occidentales y orientales en Europa, y por otro lado la Doctrina Truman, que significó la asistencia militar y económica de USA a los países directamente más amenazados por la presión comunista.
Evidentemente, el estallido de la Guerra Fría hizo “cobrar esperanzas al gobierno español, que rápidamente intensificó su basculamiento hacia USA”(12). El progresivo deterioro de la escena internacional supondrá en definitiva el interés norteamericano de incorporar a la España de Franco en el esquema de la defensa occidental.
Todo ello lleva a afirmar a J. P. Fusi que “Franco pudo ser finalmente aceptado en el bloque occidental (aun a pesar de que era el mismo que le había condenado sin paliativos y que siempre le tendría en cuarentena)”(13) ya que “su anticomunismo no disonaría en la política de contención del comunismo que definió el nuevo presidente norteamericano Truman en mayo de 1947 y que recibió el total apoyo de Europa”14. Ante esta situación“Franco podía incluso alegar a la vista de la formidable expansión del poderío soviético entre 1945 y 1950, que los hechos no habían sino confirmado sus argumentos”(15).
No parece casualidad que durante estas fechas vieran la luz dos libros que pretendían dar consistencia a la teoría franquista. En Entre Hendaya y Gibraltar R. Serrano Suñer16 se queja amargamente “del trato injusto que se da a otras naciones de nuestra vieja cultura que han defendido su razón y su derecho (la misma España)(17), para acto seguido justificar la postura del régimen ya que “cuando se habla de una acción enérgica contra el alud asiático -soviético- que se nos viene encima ¿qué sentido tiene toda esa pequeñez , esos reproches y sanciones a España por haber seguido durante la guerra mundial la única política posible y conveniente?”18. Sin duda, animado por el cariz que estaban tomando los acontecimientos, no tendrá reparo alguno en afirmar que el “aplastamiento de Alemania es, frente a Asia, algo muy parecido a un suicidio por parte de Europa que quema así -sacrificándolo a los egoísmos particulares- el baluarte más necesario para su defensa”(19).
J. M. Doussinague escribió un libro titulado España tenía razón, cuyo contenido no puede por menos que sorprender al llegar a conclusiones tan significativas como “que sin el injusto trato de que nuestra nación fue objeto, en parte para dar satisfacción a la URSS, en parte para contrarrestar nuestra campaña de paz e intentar vencer nuestra voluntad de permanecer alejados de la contienda, ésta casi seguramente se hubiera cortado a tiempo y no habría hoy en Europa países ocupados por la tropas soviéticas”(20).
3. HACIA EL RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL
Mientras tanto, en el Viejo Continente los acontecimientos se precipitaron, llegándose a un alto grado de tensión a lo largo del primer semestre de 1948 debido al golpe comunista de Checoslovaquia y al bloqueo ruso de Berlín. Todo ello produjo la llegada a España de la primera misión militar norteamericana a finales de ese mismo año.
El estallido de la guerra de Corea en junio de 1950 hizo que a las pocas semanas el Senado USA autorizara a España a solicitar créditos del Export-Import Bank, y que se diese el visto bueno para su ingreso en los organismos especializados de la ONU21. El camino quedaba libre para los pactos firmados en 1953 con los Estados Unidos (Pactos de Madrid) y el Vaticano (Concordato entre el Estado español y la Santa Sede), acuerdos que significaron el pleno reconocimiento internacional del régimen y el apoyo definitivo a su permanencia.
“LOS ULTIMOS DE FILIPINAS” (1945), DE ANTONIO ROMAN
1. FICHA TECNICO-ARTISTICA
Producción: CEA y Producciones Cinematográficas Alhambra (España, 1945)
Director: Antonio Román.
Adaptación y Guión: Antonio Román y Pedro de Juan, basado en el guión literario El Fuerte de Baler, de Enrique Alfonso Barcones y Rafael Sánchez Campoy, y en el guión literario Los héroes de Baler, de Enrique Llovet.
Asesor literario: Francisco Bonmatí de Codecido.
Asesor militar: Coronel E. M. Juan Priego (del Servicio Histórico).
Asesor religioso: P. Andrés María Mateo.
Fotografía: Enrique Guerner.
Música: Manuel Parada.
Canciones: Jorge Halpern.
Decorados: Sigfrido Burmann, realizado por Canet-Cubel.
Sonido: Antonio Alonso.
Ambientación y Figurines: Manuel Comba, realizados por Peris Hermanos.
Peluquería y Maquillaje: Francisco Puyol y V. Tourjansky.
Jefe de Producción: Pedro de Juan.
Ayudante de Dirección: Eduardo de la Fuente.
Secretario de Dirección: Antonio de Lamo.
Ayudante de Producción: Ramiro Manteo.
Segundo operador: Alfonso Nieva.
Montaje: Bienvenida Sanz, Laboratorios “Madrid Film”.
Intérpretes: Armando Calvo (teniente Martín Cerezo), José Nieto (capitán de Las Morenas), Guillermo Marín (médico Vigil), Manuel Kayser (sacerdote), Fernando Rey (Juan), Nani Fernández (Tala), Manuel Morán (cocinero). Estreno en Madrid: cine Avenida, 28- XII-1945
(1) JOVER ZAMORA, J. M. Revolución burguesa, oligarquía y constitucionalismo (1834-1923), TUÑON DE LARA, M. (dir.). Historia de España. Barcelona: Labor, 1985, vol. VIII, p. 385.
(2) SORLIN, P. Sociología del Cine. México: FCE, 1987; “Historia del cine, Historia de las sociedades”,Film-Historia, Vol. I, No.2 (1991): 73-87.
(3) FERRO, M. Cine e Historia. Barcelona: Gustavo Gili, 1980; “Perspectivas en torno a las relaciones Historia-Cine”, Film-Historia, Vol. I, No.1 (1991): 3-12.
(4) T AMAMES, R. La República. La era de Franco. Madrid: Alianza, 1983, p.515.
(5) FUSI, J. P. Franco. Madrid: El País, 1985, p. 95. Vid. también SUAREZ FERNANDEZ, L.Francisco Franco y su tiempo.
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